Narración corta (La casa del reposo-3/marzo 2011)
Esto, No Es lo que Parece ¿O Sí…?
“Una imagen cuenta tanto o
más que un millón de palabras… fíjate bien, a veces, un hecho no
necesita más explicación que un gesto para quedar revelado. Y la
vida, está llena de ellos, para compensar, tal vez, lo mucho que
callamos” ...
Esto, me lo dijo alguna vez mi abuelo, -hombre observador
y callado-. Cuando le preguntaba, yo, si no se aburría., estando
tanto tiempo sentado y mirando, una parte del mundo, desde la
ventana.
No imaginaba, que pasado mucho, mucho tiempo, el
destino me brindaría la oportunidad de sufrir una experiencia
demostrativa y práctica que me haría recordar aquellas sabias
palabras…
Cuando recuerdo cómo terminó aquella
aventura; en principio: divertida, romántica y excitante; todas las
emociones satisfactorias que me proporcionó, se esconden, cual
cómplices, temerosos, de ser acusados de un delito, dejando, en su
lugar, una intranquilidad, culpable, a lo largo y ancho de mi
cuerpo.
Él y yo, jamás cruzamos una sola palabra. Ni un
buenos días, ni un adiós, ni… Ni siquiera, llegamos a rozarnos, a
pesar de haber caminado tan cerca, uno del otro, como para llenarnos
interna y mutuamente, de sensaciones, oxígeno y venenos,
compartidos.
Aún recuerdo muy bien su particular olor.
¡Me encantaba aquél aroma! Recuerdo, que pasé muchos ratos en
distintas perfumerías probando infinitas esencias masculinas
¡Buscando la suya! Y un día, por fin, di con ella. La compré y me
fui directa al despacho de Rogelio… Le conté, controlando mi
excitación, que fui a por su fragancia –que le quedaba poco en el
frasco- y que,
la chica que me atendió, me había ofrecido esa
otra, que estaba en promoción y era buenísima.
“Pero
no te preocupes, si no te gusta me la quedo para mí… ¡Me ha
encantado!” –Le dije.
“No hace falta, a mí también me
gusta… Y, además, que te guste a ti, es importante en las
distancias cortas ¿no? ”
“Infinitamente, querido”
–Respondí riendo su broma-
Me sentí algo perversa pero
¡Cómo disfruté aquél momento!
Nuestra aventura, se
desarrolló en el espacio invisible de los sueños y deseos –entre
miradas y alguna sonrisa. No existió nada más… Y nada menos -¡Tan
intenso fue!-
Cuando le recuerdo, aún siento aquella
sensación excitante y agradable, acompañada de un tremendo pellizco
en la boca del estómago, que nunca antes había vivido.
Le
vi por primera vez, camino del colegio. Yo, acompañaba a mi hijo,
cargando; sobre mi hombro izquierdo, el tremendo peso de su mochila
azul. Él, también llevaba al suyo; que podía ser, unos tres años
menor que el mío. Iban caminando muy lentos y les pasamos. Llegamos
pronto a la puerta del colegio, aún no habían abierto; y, aunque mi
hijo se fue a charlar con sus amigos, a mí me gustaba esperar hasta
que le veía entrar sano y salvo –tenía esa manía-. Él, y su
hijo llegaron, casi, detrás de nosotros “estos, han acelerado su
paseo matinal” - pensé con guasa.
Noté que me miraba
insistente y que cuando creía que iba a mirarle disimulaba. Cuando
abrieron y entraron los niños, nos fuimos de allí. ¿Juntos? Eso
parecía…Se puso a mi lado en cada semáforo e iba solo dos pasos
más atrás de mí. Así, hasta llegar a donde había dejado aparcado
el coche.
Era más joven que yo, mucho más. Creo que, aún
estaba en los treintaytantos y a una distancia respetable de los
cuarenta. Yo, por mi parte, ya había cumplido los cincuenta y dos.
Pero se notaba a la legua que no lo había notado. No creo que ningún
hombre de esa edad, se embobe y se atreva, aunque solo fuera por
respeto, con una cincuentona, a sabiendas…
Aunque yo, me
sentía bien en mi piel y siempre me daba un notable en aspecto y
estado físico; que un hombre tan joven –y buenorro- quedase
prendado y enganchado de mí, en tal manera, me inyectó en vena una
bomba de crédito personal ¡Me sentí genial todo el día!
Por
la tarde, le tocaba a mi marido recoger al niño del colegio. Y,
aunque aquél día había fantaseado con la idea de verle de nuevo, a
la mañana siguiente, lo había olvidado por completo, hasta que…
Hasta que le vi bajar del coche, un par de metros antes de llegar a
su altura. Me miró sin disimulo y se fue al maletero a sacar la
mochila de su hijo. ¡Dios! El corazón se me puso a cien “¡Pero
qué te pasa Maru, si es un niñato!” –pensé-
Él, hizo
tiempo hasta que pasamos y, entonces, se incorporó, como el día
anterior, dos o tres pasos más atrás. Cuando dejamos a los niños y
volvíamos, lo hizo igual que el día anterior. Cuando se ponía a mi
lado en los semáforos, podía sentir su calor; y, una cálida
sensación me recorría, embargando y extremeciendo todo mi ser…
Pasaron días, semanas, meses… Y todos los días lo
mismo. Aquél estado de cosas, se convirtió en una rutina
encantadora y deseada. Solo cambiaba si me paraba a comprar tabaco.
Entonces, él, esperaba junto a su coche para verme pasar y seguirme
con la mirada. Lo sé, porque más de una vez me volví a comprobar
si se habría ido o me miraba, y allí seguía, siguiéndome con sus
ojos, hasta ver cómo desaparecía en la vuelta de la esquina.
En
alguna ocasión, también, entraba a tomar café con algunas madres
de los compañeros de mi hijo… Entonces, él, también entraba a la
cafetería. Buscaba un sitio frente a mí y se quedaba allí, tomando
un café e intentando, -tal como yo- coincidir y pescar alguna mirada
para sonreírnos y adorarnos tontamente, ante todos, siendo
invisible, para el resto del mundo, esa realidad.
Ambos,
podíamos presentir, que disfrutábamos aquellos momentos, como si
fueran la cosa más extraordinaria, natural y especial del mundo. Nos
adivinábamos, mutuamente, felices, como niños que no se cansan de
su juego favorito… En una de aquellas ocasiones, recuerdo que le
miré mientras pensaba: “Llegarás tarde al trabajo” y pareciera
que lo entendió porque me miró sonriente y tranquilo como diciendo:
“¡Y qué nos importa!”
Un día, paseando, no
pude más y se lo conté todo a una íntima amiga… Reflexionamos
juntas.
Ella, me recordó por qué se había divorciado. Se
había enterado de que su marido tenía una aventura y no pudo
perdonarle.
Me dijo: “¿Necesitas una aventura? Puedo
presentarte a varios hombres, que no te crearan problema… y te dejo
mi casa si quieres. Pero olvida todo esto, desaparece de la vista de
ese chico ¡olvídale y permite que te olvide!”
“¡Pero
qué dices…! ¿Estás loca? Yo quiero a Rogelio, jamás le haría
algo así… con nadie ¿Entiendes..? Con él tampoco!” le dije
escandalizada
Ella, muy seria, dijo: “Pues, no sé si te
das cuenta, pero; estás jugando con fuego”
Y tenía
razón, lo sentí en el preciso momento en que le había dicho un
segundo antes: “Con él tampoco”
“Con él, él, él” me
repetía internamente… sintiéndolo como alguien especial,
importante… no como ese desconocido y extraño que era realmente.
Pero ¿Qué o quien era él? Y, lo importante no era quién fuera él,
sino lo que significaba en mi vida… Mi amiga fue clara, quería que
me diera cuenta del camino peligroso que había emprendido.
“No
todas las drogas cuestan dinero; pero todas, se acaban pagando muy
caras… Todas tienen efectos secundarios graves, así como
contraindicaciones, cariño” Terminó diciéndome.
Aquél
día, comprendí que, efectivamente aquello, se estaba convirtiendo
en una droga peligrosa para mí. Decidí terminar con esa situación,
“con él…”
Me inventé mil excusas con mi marido y,
un día por otro, tuvo que encargarse de llevar el niño al colegio
cada mañana y, recogerlo, cada tarde.
Y así, hasta que
llegó el final de aquél curso y el día de la fiesta a la que
solíamos acompañar, cada año, al niño, tanto Rogelio, como yo.
Pero en esta ocasión, mi marido, tenía una reunión importante y no
podía acompañarnos…
A media mañana, aquél día...
¡íbamos tan contentos camino del colegio!... Mi hijo, estaba muy
dicharachero, no paraba de hablar. Iba vestido para la ocasión; de
mago, pues tenía que participar en una obra de teatro, junto a sus
compañeros de curso. Yo estaba muy entretenida y disfrutando de su
charla, hasta que… Hasta que vi, un par de metros por delante de
nosotros, su coche y cómo salía de él una mujer, su hijo y él
mismo, que … que como no me esperaba, al verme se quedó como
tonto, se le cayeron las llaves de la mano y siguió como pasmado,
mirándome con los ojos abiertos como platos. Naturalmente, la mujer,
se dio cuenta de que algo raro le pasaba a su marido y enseguida se
giró a ver qué le trastornaba de aquella manera. Al vernos solo, a
mi hijo y a mí, se quedó incrédula y sorprendida e interrogante,
miró al marido como diciendo “¿Ocurre algo que yo no sepa,
querido?” Él, disimuló como pudo y se agachó a recoger las
llaves… Yo, pasé, de largo, prestando mucha atención a mi hijo e
intentando que no se notara mi nerviosismo.
Ya en el
colegio, entre actuación y actuación salí del salón a tomar aire
al patio, buscando tranquilizarme y convenciéndome de que no había
pasado nada. Cuando me volvía, dispuesta a entrar de nuevo, otra
mujer –la mujer de él- había salido y venía directa hacia mí.
“Menudo par tiene esta chica, prepárate, Maruja” pensé
Ella,
tranquila y decidida, me pidió un momento para hablar. No se andó
por las ramas y fue muy directa. Me contó que había presentido, con
lo sucedido un rato antes, que su marido le ocultaba algo y que yo
tenía que ver con ello. Pero que él, lo negaba rotundamente. Y me
suplicaba, por favor, que yo la mirara directa a los ojos y le
contara la verdad de mujer a mujer, fuese cual fuese.
Yo, tal
como ella me pidió, la miré directamente a la cara y le dije que
entendía cómo se había sentido, que yo también me había sentido
confundida y sorprendida con el comportamiento de su marido… que no
entendía nada y me había hecho sentir muy mal. Que solo le conocía
de vista, como a muchos otros padres; que ni siquiera habíamos
cruzado alguna vez un “buenos días o adiós”.
“Entiendo
cómo se siente usted… En su lugar, me hubiera pasado igual. Pero
puede quedarse totalmente tranquila, créame: Lo que ha visto, no es
lo que parece” Terminé diciéndole.
Han pasado dos años
de todo aquello. No volví verles nunca más, a ninguno de los tres…
Supuse que habrían cambiado, al niño, de centro escolar, cosa, que
me dejó mucho más tranquila y con tiempo para ir olvidando, todo,
en paz.
Y, ya creía que todo era un recuerdo más para
mi historia. Pero; hace dos meses, recibí una invitación para
asistir a una exposición, que se hacía en memoria y homenaje de un
joven pintor, que había fallecido, recientemente, como consecuencia
de un triste accidente de tráfico. Eso, era lo que se podía leer en
un apartado de la invitación. Y en una nota adjunta, la esposa del
artista. Que era la que personalmente me invitaba, rogaba,
encarecidamente, mi asistencia el día de la inauguración.
Pensé
que se trataba de alguna confusión, pues no me sonaba de nada el
nombre de su esposo ni el de ella… A pesar de todo, decidí
asistir. Incluso, le comenté a Rogelio, si le parecía bien que
comprase alguna de las obras, si me gustaba y estaba dentro de
nuestras posibilidades económicas. Como le pareció buena idea, el
día de la fecha señalada para el evento, me dirigí allí toda
ilusionada y dispuesta a señalar una obra, si se presentaba la
oportunidad…
Me impresionó ver tantísima gente, la
verdad… Casi no me podía mover entre tantos invitados. Poco a
poco, con trabajo, fui viendo los cuadros y me fui desinflando,
-aquellas obras no estaban a mi alcance, seguro- pensaba. Eran
extraordinarias, ¡estaba impresionada! De pronto, en el centro de la
sala descubrí que una de las obras estaba cubierta. Ya iba a
preguntar, cuando se armó un gran revuelo. Oí que decían que la
viuda iba a compartir unas palabras y a descubrir la obra oculta por
el paño… Vi salir del tumulto, a una joven y atractiva mujer, cuya
cara, me sonaba mucho, pero era incapaz de relacionarla con algo o
alguien conocido. Dijo muy pocas palabras, solo quiso resaltar que,
su marido, estuviera donde estuviera estaría feliz de ver cumplido
su último deseo, que no era otro que hacer llegar al puerto deseado,
una obra muy especial para él… La obra en cuestión se
llamaba:“Tras Sus Pasos” y no era otra que: Se volvió y apartó
el paño que cubría una obra de unos dos metros de alto por uno y
medio de ancho más o menos y… Y, en el cuadro, se podía ver de
espaldas,a una madre con su hijo de la mano, por la calle, camino del
colegio. Ella, llevaba colgada del hombro izquierdo una pesada
mochila de color azul…
Después de los aplausos, la mujer
vino hacia mí… Me agradeció que hubiera ido y me dijo que su
marido le pidió que me entregara esa obra, que de haber podido
hubiera querido entregarme él. Yo, no sabía qué decir… “¿Sabe?”
me dijo en aquél preciso momento: “Hoy, ha puesto usted la misma
cara, que puso; él, aquél día ¿Recuerda?” "Dígame: ¿Sigue
pensando que, esto, no es lo que parece?"
Yo, fuí
incapaz de articular una sola palabra.
Me dijo que pronto
tendría la obra en casa, se dio la vuelta y se alejó sin más…
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Esta narración que acabas de leer la escribí hace ya unos años (2011) en otro blog ("ALA VIDA ¡VA POR USTED, MAESTRA!) con el seudónimo de AdA... (Amiga del Alma)
En el enlace que copio y pego, más abajo,también podrás leer otros cuentos o narraciones si hay ganas, porque tiempo, en la tierra siempre existe (hasta para aburrir;)
https://youtu.be/Tqa8CDRy0E4?feature=shared
La Vida, siempre invita al juego; pero el papel que quieres interpretar, siempre, lo elijes tú (y yo)
"... antes que suene la última nota de este vals..."
ResponderEliminarhttps://youtu.be/1DYWFEQy31k?si=VWcMQYrA6H4lsj9X
https://youtu.be/QF9S-X_mAU0?feature=shared
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